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[Bosquejo] Enséñanos a contar nuestros días

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Salmo 90:12

“Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría.”

El Salmo 90 es una oración escrita por Moisés, en la que reflexiona sobre la brevedad de la vida y la eternidad de Dios. En medio de esta meditación, surge una súplica clave: “Enséñanos a contar nuestros días.” Esta petición no solo revela la conciencia de Moisés sobre la fragilidad de la vida, sino también su deseo de vivir con sabiduría y propósito.

Contar nuestros días no significa simplemente llevar un registro del tiempo que pasa, sino vivir conscientes de la brevedad de la vida y la importancia de cada momento. En este bosquejo exploraremos lo que implica esta oración, dividida en los siguientes aspectos: reconocer la brevedad de la vida, vivir con un propósito eterno, cultivar un corazón sabio y aprovechar cada día para glorificar a Dios.

I. Reconocer la Brevedad de la Vida

Texto: Salmo 90:10
“Los días de nuestra edad son setenta años; y si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan, y volamos.”

La vida humana es breve en comparación con la eternidad. Moisés describe nuestra existencia como un viaje fugaz, como una sombra o una neblina que se desvanece rápidamente. Esta realidad nos lleva a reflexionar sobre nuestra vulnerabilidad y dependencia de Dios.

Cuando somos jóvenes, a menudo pensamos que tenemos “todo el tiempo del mundo”, pero con el paso de los años nos damos cuenta de lo rápido que transcurre la vida. Reconocer la brevedad de nuestros días no debe llenarnos de miedo o ansiedad, sino motivarnos a vivir con más intención y gratitud.

La Biblia nos recuerda en Eclesiastés 3:1 que “Todo tiene su tiempo.” Saber que nuestra vida es limitada nos impulsa a valorar cada momento y a enfocarnos en lo verdaderamente importante: nuestra relación con Dios y el impacto que dejamos en los demás.

Reflexión y aplicación práctica:
¿Has pensado en cómo estás usando tu tiempo? ¿Estás invirtiendo tus días en cosas pasajeras o en lo que tiene valor eterno? Reflexiona sobre cómo puedes aprovechar mejor tu tiempo para crecer espiritualmente, fortalecer tus relaciones y servir a Dios con fidelidad. Recuerda que cada día es un regalo, y vivir conscientes de nuestra mortalidad nos ayuda a vivir con gratitud y propósito.

II. Vivir con un Propósito Eterno

Texto: Mateo 6:33
“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.”

Dios nos llama a vivir con un propósito que trasciende lo temporal y apunta hacia la eternidad. Muchas veces, nuestras preocupaciones y metas se centran en lo material y pasajero, pero Jesús nos recuerda que nuestra prioridad debe ser buscar el reino de Dios. Al hacerlo, todo lo demás se añadirá en el tiempo adecuado.

Moisés entendía que vivir con sabiduría significaba alinear su vida con los propósitos de Dios. Esto incluye buscar Su voluntad en nuestras decisiones, vivir con integridad y confiar en Sus promesas. Cuando vivimos con un propósito eterno, nuestras prioridades cambian: dejamos de preocuparnos tanto por acumular bienes terrenales y comenzamos a invertir en relaciones, en el servicio y en nuestra vida espiritual.

Reflexión y aplicación práctica:
¿Qué propósito guía tu vida? ¿Estás persiguiendo metas temporales o estás buscando cumplir el propósito eterno de Dios? Dedica tiempo a evaluar tus prioridades y someter tus planes a la voluntad de Dios. Ora para que Dios te guíe y te enseñe a tomar decisiones que reflejen Su amor y Su verdad.

III. Cultivar un Corazón Sabio

Texto: Proverbios 9:10
“El principio de la sabiduría es el temor de Jehová, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia.”

La sabiduría bíblica no es solo conocimiento intelectual, sino una comprensión profunda de quién es Dios y cómo quiere que vivamos. Cuando Moisés pide que Dios le enseñe a contar sus días, está pidiendo sabiduría para vivir de manera que honre a Dios. Esta sabiduría se obtiene al cultivar un corazón humilde y reverente que busca conocer y obedecer a Dios.

El temor de Dios no implica miedo, sino un profundo respeto y reverencia hacia Su autoridad. Este temor nos lleva a alejarnos del pecado y a vivir con una actitud de obediencia y gratitud. Un corazón sabio es aquel que reconoce que cada día es una oportunidad para crecer en santidad y acercarse más a Dios.

Reflexión y aplicación práctica:
¿Estás buscando la sabiduría de Dios en tus decisiones diarias? ¿Dedicas tiempo a leer Su Palabra y a meditar en ella? Cultivar un corazón sabio requiere disciplina espiritual, como la oración, la lectura de la Biblia y la reflexión. Pídele a Dios que te llene de Su sabiduría y te enseñe a discernir Su voluntad en cada área de tu vida.

IV. Aprovechar el Presente para Glorificar a Dios

Texto: Efesios 5:15-16
“Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.”

El apóstol Pablo nos exhorta a vivir con diligencia y a aprovechar cada oportunidad para glorificar a Dios. Esto significa ser conscientes de cómo usamos nuestro tiempo y evitar distracciones que nos alejen de nuestra relación con Dios y de nuestras responsabilidades espirituales.

La vida cristiana no se trata solo de esperar el cielo, sino de glorificar a Dios aquí y ahora, en nuestro trabajo, familia y comunidad. Aprovechar el presente implica ser buenos mayordomos de nuestro tiempo, talentos y recursos. Cada día es una oportunidad para amar, servir y reflejar a Cristo en nuestras acciones.

Reflexión y aplicación práctica:
¿Cómo estás invirtiendo tu tiempo cada día? ¿Estás viviendo con intencionalidad o dejándote llevar por la rutina? Haz un plan para dedicar tiempo a actividades que edifiquen tu fe y beneficien a los demás. Recuerda que cada acción cuenta, y que vivir para la gloria de Dios trae gozo y satisfacción duraderos.

V. Dejando un Legado Espiritual

Texto: Salmo 145:4
“Generación a generación celebrará tus obras, y anunciará tus poderosos hechos.”

Contar nuestros días con sabiduría también implica pensar en el legado que dejaremos. No se trata de fama o logros materiales, sino del impacto espiritual que dejaremos en las vidas de quienes nos rodean. Moisés, como líder de Israel, dejó un legado de fe y obediencia que aún hoy nos inspira.

Dios nos llama a compartir nuestra fe y enseñar a las futuras generaciones a conocer y amar al Señor. Este legado se construye a través de nuestras palabras, actitudes y acciones. Cuando vivimos con propósito y sabiduría, dejamos una huella que perdura más allá de nuestra propia vida.

Reflexión y aplicación práctica:
¿Qué tipo de legado estás dejando? ¿Estás compartiendo tu fe con tu familia y tu comunidad? Invierte tiempo en discipular a otros y en ser un modelo de vida cristiana. Recuerda que tus palabras y acciones pueden impactar la vida de alguien de manera eterna.

Conclusión

La oración de Moisés en el Salmo 90:12 nos invita a vivir con una perspectiva eterna y a aprovechar cada día con sabiduría. Al reconocer la brevedad de nuestra vida, buscar un propósito eterno, cultivar un corazón sabio y glorificar a Dios en el presente, estaremos viviendo conforme a Su voluntad.

Que esta oración nos inspire a valorar cada día como un regalo de Dios y a vivir con la convicción de que nuestras decisiones y acciones tienen un impacto eterno.

David

Mi nombre es David Smith, y nací en Los Ángeles, California, en 1963. Creciendo, siempre tuve curiosidad por la vida, su propósito y lo que todo significaba. Sin embargo, como muchos que se crían en una ciudad de ritmo acelerado, me dejé llevar por las demandas de la sociedad. No crecí en una familia profundamente religiosa, aunque siempre hubo un respeto silencioso por lo espiritual. Lo que no sabía era que mi vida daría un giro profundo hacia Dios, llevándome eventualmente a crear Times of God, un sitio web dedicado a compartir sermones bíblicos y el mensaje de esperanza que creo que el mundo necesita escuchar. He estado casado con mi maravillosa esposa, Laura, durante más de 30 años. Nos conocimos en la universidad, y desde el principio supe que era alguien especial. Laura siempre tuvo una fe fuerte, mucho más que yo en ese momento. No hablábamos mucho de religión en nuestros primeros años, pero su forma de vivir—su bondad, su paciencia—fue lo que me atrajo hacia ella. Juntos construimos una hermosa familia. Tenemos tres hijos increíbles: Michael, nacido en 1994; Daniel, nacido en 1997; y nuestra única hija, Sarah, que llegó en el año 2000. Verlos crecer, y ahora verlos como padres de mis cinco nietos—Ethan, Noah, Lily, Grace y Matthew—me llena de más orgullo y alegría de lo que jamás imaginé posible. Durante gran parte de mi vida, estuve enfocado en mi carrera. Trabajé en publicidad durante más de dos décadas, logrando un nivel de éxito que, según los estándares del mundo, era impresionante. Teníamos una buena casa, un ingreso estable y el respeto de nuestros colegas. Sin embargo, en el fondo, había algo que faltaba. Había un vacío que no podía explicar del todo. Uno de los momentos clave que cambió mi vida ocurrió en 2010, pero no fue en una sala de hospital ni tras una tragedia. Ese año, mi padre, quien siempre había sido una roca en mi vida, falleció repentinamente de un ataque al corazón. Había sido mi modelo a seguir en muchos sentidos: trabajador, honorable, pero no particularmente religioso. Nunca me había planteado lo que él creía sobre Dios o la eternidad hasta que enfrenté la realidad de su muerte. De pie en su funeral, dando un elogio, me di cuenta de lo efímera que es la vida. Mi padre, un hombre que había dado todo por su trabajo y su familia, se había ido en un instante, y no sabía dónde estaba su alma. Empecé a cuestionarlo todo: ¿Qué pasa después de que morimos? ¿Dónde estaba mi padre ahora? ¿Podría volver a verlo algún día? Esa temporada de duelo marcó el comienzo de mi camino espiritual personal. No fue inmediato, pero plantó una semilla en mi corazón. Laura, siempre paciente y comprensiva, me animó a buscar las respuestas que necesitaba. Comencé a leer la Biblia, asistí a la iglesia con más regularidad y me uní a un grupo de estudio bíblico para hombres. Con el tiempo, mi corazón se ablandó, y comprendí la verdad de la Palabra de Dios. Encontré la paz y la esperanza que habían estado ausentes en mi vida durante tanto tiempo. Sin embargo, el llamado a crear Times of God no llegó hasta unos años después. A medida que profundizaba en mi fe, sentí una creciente convicción de que estaba destinado a hacer algo más que vivir mi fe en privado. Había experimentado de primera mano cómo las preguntas más grandes de la vida—sobre la muerte, el propósito y la eternidad—pueden tomarte por sorpresa. Sabía que había otros como yo, que necesitaban orientación, que buscaban algo más pero no sabían por dónde empezar. Mi misión con Times of God es simple: compartir el mensaje de Cristo con el mundo. Sin importar dónde estés o lo que estés atravesando, quiero que sepas que Dios tiene un plan para tu vida. Él me encontró en mi duelo y me dio un nuevo sentido de propósito, y ahora mi deseo es que otros experimenten esa misma esperanza, esa misma paz y el amor incondicional de un Padre celestial que nunca nos abandona. Cuando miro a mi esposa, Laura, a nuestros hijos y a nuestros nietos, veo la fidelidad de Dios. Mi vida no es perfecta, pero está llena de propósito, y por eso, estoy profundamente agradecido cada día. Times of God es más que un sitio web; es un testimonio de lo que Dios puede hacer cuando abrimos nuestro corazón a Él. Esta es mi historia, y la comparto con la esperanza de que inspire a otros a acercarse a Dios y encontrar la plenitud de vida que solo Él puede ofrecer.