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[Bosquejo] Ordena tu Casa

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Texto Base: Isaías 38:1

“En aquellos días Ezequías enfermó de muerte. Y vino a él el profeta Isaías hijo de Amoz, y le dijo: Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás.”

El mandato de Dios a Ezequías de “Ordena tu casa” es una exhortación que resuena hasta nuestros días. La vida es incierta, y en cualquier momento podemos enfrentar desafíos inesperados. Dios nos llama a vivir con orden, tanto en nuestra vida espiritual como en nuestra familia, relaciones y responsabilidades.

Ordenar nuestra casa no solo se refiere a la preparación para la muerte, sino a la necesidad de vivir con propósito, estableciendo prioridades correctas y asegurándonos de que nuestra vida está alineada con la voluntad de Dios.

En este bosquejo exploraremos lo que significa ordenar nuestra casa, las áreas clave en las que debemos aplicar este principio y cómo podemos vivir en obediencia a este mandato divino.

I. La importancia de ordenar nuestra vida espiritual

A. Una relación sólida con Dios

Antes de ordenar cualquier otra área de nuestra vida, debemos asegurarnos de que nuestra relación con Dios esté en orden. Jesús nos enseña en Mateo 6:33: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.”

  1. El pecado nos desordena y nos aleja de Dios. – Cuando no confesamos nuestros pecados y vivimos sin disciplina espiritual, nuestra vida se llena de caos.
  2. La comunión con Dios es esencial. – La oración, el estudio de la Palabra y la adoración deben ser prioridades en nuestra vida diaria.
  3. La obediencia trae orden. – No podemos esperar que Dios bendiga nuestra vida si vivimos en desobediencia a Su voluntad.

B. Reflexión y Aplicación Práctica

¿Está nuestra vida espiritual en orden? ¿Hemos dejado que el pecado, la distracción o la indiferencia enfríen nuestra relación con Dios? El primer paso para ordenar nuestra casa es restaurar nuestra comunión con el Señor.

II. Ordenando nuestra familia

A. La familia: El primer ministerio

Dios ha establecido el hogar como la primera institución humana. Antes de servir en cualquier otro lugar, debemos asegurarnos de que nuestro hogar esté en orden.

  • Efesios 5:23-25 – El esposo debe amar y liderar con amor; la esposa debe ser una ayuda idónea y respetuosa.
  • Efesios 6:1-4 – Los hijos deben ser criados en el temor de Dios, con disciplina y amor.

B. El peligro de un hogar desordenado

  1. Desunión y conflictos constantes. – Un hogar sin orden es un hogar donde reina la confusión y la falta de paz.
  2. Descuido espiritual. – Si los padres no instruyen a sus hijos en la Palabra, el enemigo tomará ventaja sobre ellos.
  3. Falta de testimonio. – Un hogar en desorden afecta nuestro testimonio como cristianos.

C. Reflexión y Aplicación Práctica

¿Cómo está nuestra casa? ¿Estamos priorizando nuestra familia? Dios nos llama a liderar con amor, a orar juntos y a edificar un hogar donde Su presencia sea el centro.

III. Ordenando nuestras prioridades

A. La vida sin orden trae confusión

Muchas veces, nuestro desorden proviene de una mala administración del tiempo y de las prioridades incorrectas.

  • Lucas 10:41-42 – Jesús le dijo a Marta que estaba afanada con muchas cosas, pero que solo una cosa era necesaria: estar a los pies del Maestro.
  • Eclesiastés 3:1 – Todo tiene su tiempo y su momento en la vida.

B. Cómo establecer prioridades correctas

  1. Dios en primer lugar. – Si Dios no es nuestra prioridad, todo lo demás se desordena.
  2. Familia antes que trabajo. – Muchos sacrifican su familia por el éxito material, pero la Biblia nos llama a cuidar nuestro hogar.
  3. Tiempo de descanso y renovación. – Aun Dios descansó en el séptimo día. El descanso es necesario para ser efectivos en nuestra vida.

C. Reflexión y Aplicación Práctica

¿Estamos manejando nuestro tiempo sabiamente? Es momento de evaluar en qué estamos invirtiendo nuestra vida y asegurarnos de que nuestras prioridades estén alineadas con la voluntad de Dios.

IV. Ordenando nuestras finanzas

A. La administración fiel de los recursos

Dios nos llama a ser buenos administradores de lo que Él nos ha dado.

  • Proverbios 3:9-10“Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos.”
  • Mateo 25:21 – La parábola de los talentos nos enseña que Dios nos bendice cuando somos fieles con lo que tenemos.

B. Cómo ordenar nuestras finanzas

  1. Diezmar y ofrendar fielmente. – Dios bendice al dador alegre.
  2. Evitar deudas innecesarias. – La Biblia nos advierte contra la esclavitud financiera (Proverbios 22:7).
  3. Vivir con contentamiento. – No debemos vivir para acumular riquezas, sino para glorificar a Dios con lo que tenemos (1 Timoteo 6:6-10).

C. Reflexión y Aplicación Práctica

¿Estamos administrando nuestros recursos de manera sabia y conforme a los principios de Dios? El desorden financiero trae ansiedad, pero Dios nos da sabiduría para vivir con libertad y paz.

V. Ordenando nuestras relaciones

A. La importancia de la reconciliación

Dios nos llama a vivir en paz con los demás y a resolver conflictos.

  • Romanos 12:18“Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres.”
  • Mateo 5:23-24 – Jesús nos enseña que antes de ofrecer algo a Dios, debemos reconciliarnos con nuestros hermanos.

B. Cómo ordenar nuestras relaciones

  1. Perdonar a quienes nos han herido. – El perdón no es una opción, sino un mandato de Dios.
  2. Restaurar relaciones rotas. – Si es posible, debemos buscar la paz con quienes hemos tenido conflictos.
  3. Alejarnos de influencias negativas. – La Biblia nos advierte sobre las malas compañías (1 Corintios 15:33).

C. Reflexión y Aplicación Práctica

¿Hay relaciones en nuestra vida que necesitan ser restauradas? Dios nos llama a vivir en amor, perdón y unidad.

Conclusión

Ordenar nuestra casa no es solo un mandato físico, sino un llamado espiritual a vivir con propósito y alineados con la voluntad de Dios.

  1. Nuestra relación con Dios debe ser nuestra prioridad.
  2. Nuestro hogar debe reflejar la presencia de Cristo.
  3. Nuestras prioridades deben estar alineadas con el propósito divino.
  4. Nuestra administración financiera debe ser sabia y fiel.
  5. Nuestras relaciones deben estar en armonía con la voluntad de Dios.

El mandato de Dios a Ezequías de “Ordena tu casa” no es solo una advertencia para prepararnos ante la muerte, sino un llamado a establecer orden en cada área de nuestra vida mientras aún tenemos oportunidad. Un hogar desordenado refleja una vida sin dirección, mientras que un hogar en orden es evidencia de que Dios es el centro de nuestra vida.

Ordenar nuestra casa significa poner en primer lugar nuestra relación con Dios, asegurarnos de que nuestra familia esté en armonía y nuestras prioridades alineadas con Su voluntad. No podemos esperar que Dios bendiga una vida en caos. Él es un Dios de orden, y nos llama a reflejar ese mismo orden en todo lo que hacemos.

El desorden puede traer confusión, conflictos y estrés innecesario, pero cuando nos rendimos al Señor y buscamos Su guía, Él nos ayuda a reorganizar nuestras prioridades. Cada día es una oportunidad para acercarnos más a Dios, restaurar relaciones rotas, administrar mejor nuestros recursos y vivir de acuerdo con Su propósito.

No esperemos una crisis para tomar acción. Hoy es el momento de ordenar nuestra casa, fortalecer nuestra fe y vivir con la seguridad de que estamos cumpliendo con el llamado de Dios en nuestra vida. ¡Que cada decisión que tomemos refleje la voluntad y la paz de nuestro Padre celestial!

Oración Final

“Señor, hoy reconozco que hay áreas en mi vida que necesitan ser ordenadas. Te pido que me ayudes a poner en primer lugar mi relación contigo, a cuidar de mi hogar, a administrar bien mis recursos y a vivir en paz con los demás. Dame sabiduría para hacer los cambios necesarios y vivir conforme a Tu voluntad. Gracias por Tu amor y por guiarme en este proceso. En el nombre de Jesús, amén.”

David

Mi nombre es David Smith, y nací en Los Ángeles, California, en 1963. Creciendo, siempre tuve curiosidad por la vida, su propósito y lo que todo significaba. Sin embargo, como muchos que se crían en una ciudad de ritmo acelerado, me dejé llevar por las demandas de la sociedad. No crecí en una familia profundamente religiosa, aunque siempre hubo un respeto silencioso por lo espiritual. Lo que no sabía era que mi vida daría un giro profundo hacia Dios, llevándome eventualmente a crear Times of God, un sitio web dedicado a compartir sermones bíblicos y el mensaje de esperanza que creo que el mundo necesita escuchar. He estado casado con mi maravillosa esposa, Laura, durante más de 30 años. Nos conocimos en la universidad, y desde el principio supe que era alguien especial. Laura siempre tuvo una fe fuerte, mucho más que yo en ese momento. No hablábamos mucho de religión en nuestros primeros años, pero su forma de vivir—su bondad, su paciencia—fue lo que me atrajo hacia ella. Juntos construimos una hermosa familia. Tenemos tres hijos increíbles: Michael, nacido en 1994; Daniel, nacido en 1997; y nuestra única hija, Sarah, que llegó en el año 2000. Verlos crecer, y ahora verlos como padres de mis cinco nietos—Ethan, Noah, Lily, Grace y Matthew—me llena de más orgullo y alegría de lo que jamás imaginé posible. Durante gran parte de mi vida, estuve enfocado en mi carrera. Trabajé en publicidad durante más de dos décadas, logrando un nivel de éxito que, según los estándares del mundo, era impresionante. Teníamos una buena casa, un ingreso estable y el respeto de nuestros colegas. Sin embargo, en el fondo, había algo que faltaba. Había un vacío que no podía explicar del todo. Uno de los momentos clave que cambió mi vida ocurrió en 2010, pero no fue en una sala de hospital ni tras una tragedia. Ese año, mi padre, quien siempre había sido una roca en mi vida, falleció repentinamente de un ataque al corazón. Había sido mi modelo a seguir en muchos sentidos: trabajador, honorable, pero no particularmente religioso. Nunca me había planteado lo que él creía sobre Dios o la eternidad hasta que enfrenté la realidad de su muerte. De pie en su funeral, dando un elogio, me di cuenta de lo efímera que es la vida. Mi padre, un hombre que había dado todo por su trabajo y su familia, se había ido en un instante, y no sabía dónde estaba su alma. Empecé a cuestionarlo todo: ¿Qué pasa después de que morimos? ¿Dónde estaba mi padre ahora? ¿Podría volver a verlo algún día? Esa temporada de duelo marcó el comienzo de mi camino espiritual personal. No fue inmediato, pero plantó una semilla en mi corazón. Laura, siempre paciente y comprensiva, me animó a buscar las respuestas que necesitaba. Comencé a leer la Biblia, asistí a la iglesia con más regularidad y me uní a un grupo de estudio bíblico para hombres. Con el tiempo, mi corazón se ablandó, y comprendí la verdad de la Palabra de Dios. Encontré la paz y la esperanza que habían estado ausentes en mi vida durante tanto tiempo. Sin embargo, el llamado a crear Times of God no llegó hasta unos años después. A medida que profundizaba en mi fe, sentí una creciente convicción de que estaba destinado a hacer algo más que vivir mi fe en privado. Había experimentado de primera mano cómo las preguntas más grandes de la vida—sobre la muerte, el propósito y la eternidad—pueden tomarte por sorpresa. Sabía que había otros como yo, que necesitaban orientación, que buscaban algo más pero no sabían por dónde empezar. Mi misión con Times of God es simple: compartir el mensaje de Cristo con el mundo. Sin importar dónde estés o lo que estés atravesando, quiero que sepas que Dios tiene un plan para tu vida. Él me encontró en mi duelo y me dio un nuevo sentido de propósito, y ahora mi deseo es que otros experimenten esa misma esperanza, esa misma paz y el amor incondicional de un Padre celestial que nunca nos abandona. Cuando miro a mi esposa, Laura, a nuestros hijos y a nuestros nietos, veo la fidelidad de Dios. Mi vida no es perfecta, pero está llena de propósito, y por eso, estoy profundamente agradecido cada día. Times of God es más que un sitio web; es un testimonio de lo que Dios puede hacer cuando abrimos nuestro corazón a Él. Esta es mi historia, y la comparto con la esperanza de que inspire a otros a acercarse a Dios y encontrar la plenitud de vida que solo Él puede ofrecer.