En este momento estás viendo [Bosquejo] Vivir para Cristo

[Bosquejo] Vivir para Cristo

  • Autor de la entrada:
  • Tiempo de lectura:6 mins read
  • Categoría de la entrada:Bosquejos

Texto base: Filipenses 1:21

“Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.”

La frase del apóstol Pablo en Filipenses 1:21 es una de las declaraciones más poderosas y radicales de todo el Nuevo Testamento. Resume en una línea la esencia de la vida cristiana: vivir no para uno mismo, sino para Cristo. No como un accesorio o añadido a la existencia, sino como el centro absoluto del ser.

Vivir para Cristo no significa simplemente asistir a la iglesia o tener una moral correcta. Es rendir por completo el corazón, la mente, los planes, las relaciones, el tiempo y todo lo que somos a los pies del Señor. Es morir al ego y vivir para Su gloria.

En este bosquejo reflexionaremos sobre cinco aspectos clave de lo que significa “vivir para Cristo”:

  1. Entender nuestra nueva identidad en Cristo.

  2. Rendir toda nuestra vida a Su señorío.

  3. Vivir con un propósito eterno.

  4. Servir con amor y humildad como lo hizo Cristo.

  5. Perseverar con fe hasta el fin.

I. Entender Nuestra Nueva Identidad en Cristo

Texto: 2 Corintios 5:17

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”

Vivir para Cristo comienza con una nueva identidad. Nadie puede vivir para Cristo sin haber nacido de nuevo. El viejo “yo” muere, y una nueva criatura nace, con nuevos deseos, nuevas prioridades y una nueva dirección.

Muchos tratan de vivir como cristianos sin haber experimentado esta transformación. Pero vivir para Cristo no es reformarse, es renacer. En Cristo no solo somos perdonados, sino transformados. Él no solo limpia el pecado, nos da una nueva vida.

La identidad en Cristo incluye:

  • Ser hijos de Dios (Juan 1:12)

  • Ser templo del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19)

  • Ser embajadores del Reino (2 Corintios 5:20)

Reflexión y aplicación práctica:

¿Estás viviendo según tu vieja naturaleza o desde tu nueva identidad en Cristo?

Comienza cada día recordando quién eres en Jesús. No eres esclavo del pecado, no eres una víctima de tu pasado. Eres una nueva creación, llamada a vivir para Aquel que murió y resucitó por ti. Acepta tu nueva identidad y permite que transforme cada aspecto de tu vida.

II. Rendir Toda Nuestra Vida a Su Señorío

Texto: Lucas 9:23

“Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.”

Vivir para Cristo no es parcial. No es rendir solo los domingos o solo ciertas áreas. Es una entrega total, diaria, intencional. Jesús no quiere una parte de nuestra vida, quiere todo.

Negarse a uno mismo implica renunciar a la autonomía personal, al orgullo, al ego. Tomar la cruz significa estar dispuesto a morir cada día a nuestra carne, a nuestros planes, a nuestras comodidades.

No podemos vivir para Cristo y para nosotros al mismo tiempo. Como enseñó Jesús: “No se puede servir a dos señores” (Mateo 6:24).

Reflexión y aplicación práctica:

¿Hay áreas de tu vida que aún no has rendido al señorío de Cristo?

Tal vez es tu relación, tu carrera, tus decisiones, tus finanzas, tu tiempo. Hoy puedes hacer una oración sincera y decir: “Señor, toma el control total. Me niego a mí mismo para que Tú vivas en mí.”

Rendirnos no nos esclaviza, nos libera. El control en las manos de Dios siempre es mejor que en las nuestras.

III. Vivir con un Propósito Eterno

Texto: Colosenses 3:1-2

“Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.”

Vivir para Cristo es vivir con propósito eterno. Ya no vivimos enfocados solo en lo temporal, sino con la mirada puesta en lo celestial. Cada día tiene un valor eterno. Cada decisión es una oportunidad para glorificar a Dios.

El mundo vive para el placer, el éxito, la fama, el reconocimiento. Pero el cristiano que vive para Cristo busca agradar a su Señor, incluso si eso implica sacrificio, anonimato o dolor.

Tener propósito eterno significa:

  • Vivir con perspectiva del Reino.

  • Entender que todo lo que hacemos puede glorificar a Dios (1 Corintios 10:31).

  • Administrar bien el tiempo, los dones, y las oportunidades.

Reflexión y aplicación práctica:

¿Estás viviendo con propósito eterno o estás atrapado en lo temporal?

Hazte preguntas como:

  • ¿Cómo glorifica esto a Cristo?

  • ¿Estoy invirtiendo en lo eterno o solo en lo pasajero?

  • ¿Estoy sembrando para el Reino o para mi comodidad?

Dios quiere usar tu vida para algo mayor que tu felicidad personal. Él quiere usarte para impactar almas, edificar la iglesia y expandir Su Reino.

IV. Servir con Amor y Humildad como lo Hizo Cristo

Texto: Marcos 10:45

“Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.”

Vivir para Cristo implica imitar Su carácter, especialmente en el servicio. Jesús, siendo Rey, se ciñó una toalla y lavó los pies de sus discípulos. Su vida fue una ofrenda constante por amor.

El cristiano no vive para ser servido, sino para servir con humildad. En la iglesia, en el hogar, en el trabajo… dondequiera que esté, está llamado a reflejar el corazón de Cristo.

Servir es la evidencia más palpable de que Cristo vive en nosotros. Cuando dejamos de servir, dejamos de crecer espiritualmente.

Reflexión y aplicación práctica:

¿Estás sirviendo a otros o esperando que te sirvan?

Busca maneras de bendecir. Involúcrate en tu iglesia. Ayuda al necesitado. Sé un instrumento de consuelo. Sirve no para ser visto, sino porque Cristo te amó primero.

Recuerda: no somos salvos por servir, pero fuimos salvados para servir. Y cada acto de amor, por pequeño que sea, tiene eco en la eternidad.

V. Perseverar con Fe Hasta el Fin

Texto: Hebreos 12:1-2

“Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe.”

Vivir para Cristo no es un sprint, es una maratón. Implica perseverancia, fidelidad, constancia. Hay días fáciles y días difíciles. Pero nuestra mirada debe estar puesta no en las circunstancias, sino en Jesús.

El cristiano que vive para Cristo no se rinde ante las pruebas, porque sabe que su esperanza no está en este mundo. Sabe que la corona de la vida espera al que permanece fiel hasta el fin (Apocalipsis 2:10).

La perseverancia no significa no caer, sino levantarse una y otra vez, aferrado a la gracia de Dios.

Reflexión y aplicación práctica:

¿Estás perseverando o estás tentado a abandonar?

Pide fortaleza al Espíritu Santo. Rodéate de hermanos en la fe. Alimenta tu alma con la Palabra. Recuerda que no corres solo, y que tu vida tiene propósito en cada etapa.

No te detengas. No te enfríes. No te conformes. Cristo es digno de que vivamos y muramos por Él.

Conclusión

Vivir para Cristo es más que una frase bonita: es un estilo de vida radical, transformador y eterno. No se trata de religión, sino de relación. No se trata de perfección, sino de rendición. Cristo no quiere una parte de ti: quiere todo tu corazón.

Hoy puedes tomar una decisión:

  • Ya no vivir para ti mismo.

  • Ya no vivir para el mundo.

  • Sino vivir para Cristo.

Oración final:

“Señor Jesús, reconozco que muchas veces he vivido para mí mismo, para mis deseos, mis planes, mis prioridades. Hoy quiero declarar como Pablo: para mí, el vivir es Cristo. Toma mi vida. Renuévame. Úsame. Enséñame a vivir cada día para tu gloria. En el nombre de Jesús, amén.”

David

Mi nombre es David Smith, y nací en Los Ángeles, California, en 1963. Creciendo, siempre tuve curiosidad por la vida, su propósito y lo que todo significaba. Sin embargo, como muchos que se crían en una ciudad de ritmo acelerado, me dejé llevar por las demandas de la sociedad. No crecí en una familia profundamente religiosa, aunque siempre hubo un respeto silencioso por lo espiritual. Lo que no sabía era que mi vida daría un giro profundo hacia Dios, llevándome eventualmente a crear Times of God, un sitio web dedicado a compartir sermones bíblicos y el mensaje de esperanza que creo que el mundo necesita escuchar. He estado casado con mi maravillosa esposa, Laura, durante más de 30 años. Nos conocimos en la universidad, y desde el principio supe que era alguien especial. Laura siempre tuvo una fe fuerte, mucho más que yo en ese momento. No hablábamos mucho de religión en nuestros primeros años, pero su forma de vivir—su bondad, su paciencia—fue lo que me atrajo hacia ella. Juntos construimos una hermosa familia. Tenemos tres hijos increíbles: Michael, nacido en 1994; Daniel, nacido en 1997; y nuestra única hija, Sarah, que llegó en el año 2000. Verlos crecer, y ahora verlos como padres de mis cinco nietos—Ethan, Noah, Lily, Grace y Matthew—me llena de más orgullo y alegría de lo que jamás imaginé posible. Durante gran parte de mi vida, estuve enfocado en mi carrera. Trabajé en publicidad durante más de dos décadas, logrando un nivel de éxito que, según los estándares del mundo, era impresionante. Teníamos una buena casa, un ingreso estable y el respeto de nuestros colegas. Sin embargo, en el fondo, había algo que faltaba. Había un vacío que no podía explicar del todo. Uno de los momentos clave que cambió mi vida ocurrió en 2010, pero no fue en una sala de hospital ni tras una tragedia. Ese año, mi padre, quien siempre había sido una roca en mi vida, falleció repentinamente de un ataque al corazón. Había sido mi modelo a seguir en muchos sentidos: trabajador, honorable, pero no particularmente religioso. Nunca me había planteado lo que él creía sobre Dios o la eternidad hasta que enfrenté la realidad de su muerte. De pie en su funeral, dando un elogio, me di cuenta de lo efímera que es la vida. Mi padre, un hombre que había dado todo por su trabajo y su familia, se había ido en un instante, y no sabía dónde estaba su alma. Empecé a cuestionarlo todo: ¿Qué pasa después de que morimos? ¿Dónde estaba mi padre ahora? ¿Podría volver a verlo algún día? Esa temporada de duelo marcó el comienzo de mi camino espiritual personal. No fue inmediato, pero plantó una semilla en mi corazón. Laura, siempre paciente y comprensiva, me animó a buscar las respuestas que necesitaba. Comencé a leer la Biblia, asistí a la iglesia con más regularidad y me uní a un grupo de estudio bíblico para hombres. Con el tiempo, mi corazón se ablandó, y comprendí la verdad de la Palabra de Dios. Encontré la paz y la esperanza que habían estado ausentes en mi vida durante tanto tiempo. Sin embargo, el llamado a crear Times of God no llegó hasta unos años después. A medida que profundizaba en mi fe, sentí una creciente convicción de que estaba destinado a hacer algo más que vivir mi fe en privado. Había experimentado de primera mano cómo las preguntas más grandes de la vida—sobre la muerte, el propósito y la eternidad—pueden tomarte por sorpresa. Sabía que había otros como yo, que necesitaban orientación, que buscaban algo más pero no sabían por dónde empezar. Mi misión con Times of God es simple: compartir el mensaje de Cristo con el mundo. Sin importar dónde estés o lo que estés atravesando, quiero que sepas que Dios tiene un plan para tu vida. Él me encontró en mi duelo y me dio un nuevo sentido de propósito, y ahora mi deseo es que otros experimenten esa misma esperanza, esa misma paz y el amor incondicional de un Padre celestial que nunca nos abandona. Cuando miro a mi esposa, Laura, a nuestros hijos y a nuestros nietos, veo la fidelidad de Dios. Mi vida no es perfecta, pero está llena de propósito, y por eso, estoy profundamente agradecido cada día. Times of God es más que un sitio web; es un testimonio de lo que Dios puede hacer cuando abrimos nuestro corazón a Él. Esta es mi historia, y la comparto con la esperanza de que inspire a otros a acercarse a Dios y encontrar la plenitud de vida que solo Él puede ofrecer.