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[Bosquejo] Volveos a Mí

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Texto base: Zacarías 1:3

“Diles, pues: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Volveos a mí, dice Jehová de los ejércitos, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos.”

Dios es un Dios de comunión, de restauración y de segundas oportunidades. Desde el principio de la historia humana, cuando Adán y Eva pecaron, Dios ha estado llamando al ser humano a volver a Él. No con voz de juicio, sino con voz de amor.

“Volveos a mí” no es solo un mensaje para los que nunca han conocido a Dios, sino también para Su pueblo, Su iglesia, Sus hijos. En Zacarías 1:3, el pueblo de Israel había regresado del exilio, pero aún no se habían vuelto de corazón a Dios. Tenían libertad física, pero seguían lejos espiritualmente.

Hoy más que nunca, este llamado resuena con urgencia. En medio de la rutina, el pecado, la frialdad espiritual y la autosuficiencia, Dios nos llama: “Vuelve a mí”.

Este bosquejo nos guiará por cinco aspectos fundamentales del llamado de Dios al retorno:

  1. Dios llama a Su pueblo a volver.

  2. Volver implica arrepentimiento genuino.

  3. Volver requiere restaurar la comunión perdida.

  4. Volver abre las puertas de la bendición.

  5. Volver prepara el camino para la plenitud en Cristo.

I. Dios Llama a Su Pueblo a Volver

Texto: Zacarías 1:3

“Volveos a mí, dice Jehová de los ejércitos, y yo me volveré a vosotros.”

Este llamado no va dirigido a los paganos, sino al pueblo que había sido redimido, que conocía a Dios, pero que se había apartado. Habían regresado a Jerusalén físicamente, pero no se habían vuelto espiritualmente al Señor.

Dios no abandona a Su pueblo, pero tampoco tolera la indiferencia espiritual. Él anhela una relación genuina. Por eso dice: “Volveos a mí”. Es un clamor lleno de amor, una invitación al arrepentimiento y a la reconciliación.

La repetición de “Jehová de los ejércitos” enfatiza que este no es un consejo, sino una orden directa del Dios Todopoderoso. Y es una promesa: si tú das un paso hacia Él, Él se acercará a ti.

Reflexión y aplicación práctica:

¿Te has alejado de Dios en alguna área de tu vida? ¿Has caído en rutina espiritual, en frialdad, o en pecado oculto?

Dios no te ha rechazado. Él sigue diciendo: “Vuelve.” No importa cuánto tiempo haya pasado, Él está dispuesto a restaurarte. Pero el primer paso es tuyo. Si tú vuelves, Él también lo hará. Su presencia no es automática; responde a un corazón quebrantado.

Hoy puedes empezar de nuevo. Hoy puedes volver.

II. Volver Implica Arrepentimiento Genuino

Texto: Joel 2:12-13

“Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento. Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos…”

El verdadero volver a Dios implica arrepentimiento. No es solo emoción momentánea ni palabras vacías. Es un cambio profundo del corazón que se manifiesta en acciones.

En los tiempos bíblicos, la gente solía rasgar sus vestiduras en señal de dolor. Pero Dios no quiere apariencias. Él quiere corazones rotos por el pecado.

El arrepentimiento genuino:

  • Reconoce la ofensa hacia Dios.

  • Siente tristeza por haberle fallado.

  • Se aparta del pecado.

  • Cambia el rumbo y camina en obediencia.

No hay restauración sin arrepentimiento. Volver implica dejar atrás lo que nos alejó de Él.

Reflexión y aplicación práctica:

¿Tu arrepentimiento ha sido solo de labios o ha llegado al corazón?

Examina si has tolerado pecados ocultos, actitudes incorrectas, amargura, o desobediencia. No basta con sentir culpa. Dios busca un cambio genuino. El arrepentimiento no te destruye, te libera.

Rasga tu corazón delante de Dios. No temas confesar tus errores. Él no rechaza al corazón contrito y humillado (Salmo 51:17). Al contrario, te espera con brazos abiertos.

III. Volver Requiere Restaurar la Comunión Perdida

Texto: Santiago 4:8

“Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.”

Cuando nos alejamos de Dios, la comunión se ve afectada. Ya no escuchamos Su voz con claridad, ya no oramos con pasión, ya no disfrutamos Su presencia. La relación no se rompe totalmente, pero se enfría.

Volver a Dios significa restaurar esa intimidad perdida. No es solo dejar el pecado, sino reconstruir la relación. Volver a amarlo, a buscarlo, a adorarlo con sinceridad.

Dios no está lejos. Él espera que tomemos la iniciativa. Cuando damos un paso, Él se mueve hacia nosotros.

Reflexión y aplicación práctica:

¿Hace cuánto no tienes un tiempo profundo con Dios? ¿Has dejado de orar, de leer la Palabra, de escuchar Su voz?

Dios no quiere solo creyentes activos, quiere hijos cercanos. No vivas de experiencias pasadas. Cada día es una oportunidad para acercarte más.

Haz un altar personal. Vuelve al lugar secreto. Cierra la puerta. Derrama tu alma. Él está esperando que vuelvas a Su presencia.

IV. Volver Abre las Puertas de la Bendición

Texto: Malaquías 3:7-10

“Desde los días de vuestros padres os habéis apartado… Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros… Probadme ahora en esto… si no os abriré las ventanas de los cielos.”

Cuando el pueblo de Israel se había alejado, también había dejado de obedecer en áreas prácticas, como el diezmo. Dios les dice: “volveos,” y les promete bendición si lo hacen.

La obediencia trae bendición. Volver a Dios no solo restaura la comunión espiritual, sino también activa Su favor sobre nuestra vida. No es manipulación, es un principio bíblico: el que camina con Dios camina en Su propósito y provisión.

Dios desea bendecirte, pero no puede bendecir una vida rebelde. Primero viene el volver, luego la respuesta del cielo.

Reflexión y aplicación práctica:

¿Has sentido que tus cielos están cerrados? ¿Podría ser que has estado lejos de Dios en ciertas áreas?

Haz una revisión espiritual:

  • ¿Estás caminando en obediencia?

  • ¿Estás honrando a Dios con tus recursos, tus decisiones, tus relaciones?

Volver a Dios en obediencia te posiciona para recibir lo que Él ya tenía preparado para ti. Las ventanas del cielo se abren cuando el corazón se rinde.

V. Volver Prepara el Camino para la Plenitud en Cristo

Texto: Hechos 3:19

“Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio.”

Pedro, después del Pentecostés, llama al pueblo a volver a Dios. Les promete que si se arrepienten y se convierten, vendrán tiempos de refrigerio.

El refrigerio no es solo alivio temporal, es la plenitud del Espíritu, la vida abundante que Jesús prometió. Pero esa plenitud llega cuando volvemos de verdad.

Dios no nos quiere vacíos, secos, tibios. Nos quiere llenos de Su presencia. Y eso comienza con el retorno genuino.

Volver a Dios te posiciona para recibir restauración, propósito, gozo, llenura del Espíritu, dirección y paz.

Reflexión y aplicación práctica:

¿Estás viviendo en plenitud o en sequedad espiritual? ¿Has perdido el gozo de la salvación?

Dios quiere darte refrigerio. Pero necesitas volver. No hay plenitud sin retorno. No hay Espíritu Santo sin arrepentimiento.

Vuelve con fe. Vuelve con hambre. Vuelve con decisión. ¡Y serás lleno otra vez!

Conclusión

El llamado de Dios sigue vigente:

“Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros.”

Él no cambia. Él sigue esperando. No importa cuán lejos estés, el camino de vuelta está abierto. No importa cuántas veces hayas fallado, Su gracia te está esperando.

Hoy es el día para dejar la tibieza, el pecado, la indiferencia, la frialdad. Hoy es el día para decir:
“Señor, aquí estoy. Vuelvo a Ti.”

Oración final:

“Padre, reconozco que me he alejado. Perdóname por mi indiferencia, por mi orgullo, por buscar en otros lugares lo que solo Tú puedes darme. Hoy escucho Tu voz que me dice: ‘Vuelve’. Y yo vuelvo. Te entrego mi corazón, mi vida, mi alma. Restaura mi comunión contigo. Aviva mi espíritu. Lléname de Ti. En el nombre de Jesús, amén.”

David

Mi nombre es David Smith, y nací en Los Ángeles, California, en 1963. Creciendo, siempre tuve curiosidad por la vida, su propósito y lo que todo significaba. Sin embargo, como muchos que se crían en una ciudad de ritmo acelerado, me dejé llevar por las demandas de la sociedad. No crecí en una familia profundamente religiosa, aunque siempre hubo un respeto silencioso por lo espiritual. Lo que no sabía era que mi vida daría un giro profundo hacia Dios, llevándome eventualmente a crear Times of God, un sitio web dedicado a compartir sermones bíblicos y el mensaje de esperanza que creo que el mundo necesita escuchar. He estado casado con mi maravillosa esposa, Laura, durante más de 30 años. Nos conocimos en la universidad, y desde el principio supe que era alguien especial. Laura siempre tuvo una fe fuerte, mucho más que yo en ese momento. No hablábamos mucho de religión en nuestros primeros años, pero su forma de vivir—su bondad, su paciencia—fue lo que me atrajo hacia ella. Juntos construimos una hermosa familia. Tenemos tres hijos increíbles: Michael, nacido en 1994; Daniel, nacido en 1997; y nuestra única hija, Sarah, que llegó en el año 2000. Verlos crecer, y ahora verlos como padres de mis cinco nietos—Ethan, Noah, Lily, Grace y Matthew—me llena de más orgullo y alegría de lo que jamás imaginé posible. Durante gran parte de mi vida, estuve enfocado en mi carrera. Trabajé en publicidad durante más de dos décadas, logrando un nivel de éxito que, según los estándares del mundo, era impresionante. Teníamos una buena casa, un ingreso estable y el respeto de nuestros colegas. Sin embargo, en el fondo, había algo que faltaba. Había un vacío que no podía explicar del todo. Uno de los momentos clave que cambió mi vida ocurrió en 2010, pero no fue en una sala de hospital ni tras una tragedia. Ese año, mi padre, quien siempre había sido una roca en mi vida, falleció repentinamente de un ataque al corazón. Había sido mi modelo a seguir en muchos sentidos: trabajador, honorable, pero no particularmente religioso. Nunca me había planteado lo que él creía sobre Dios o la eternidad hasta que enfrenté la realidad de su muerte. De pie en su funeral, dando un elogio, me di cuenta de lo efímera que es la vida. Mi padre, un hombre que había dado todo por su trabajo y su familia, se había ido en un instante, y no sabía dónde estaba su alma. Empecé a cuestionarlo todo: ¿Qué pasa después de que morimos? ¿Dónde estaba mi padre ahora? ¿Podría volver a verlo algún día? Esa temporada de duelo marcó el comienzo de mi camino espiritual personal. No fue inmediato, pero plantó una semilla en mi corazón. Laura, siempre paciente y comprensiva, me animó a buscar las respuestas que necesitaba. Comencé a leer la Biblia, asistí a la iglesia con más regularidad y me uní a un grupo de estudio bíblico para hombres. Con el tiempo, mi corazón se ablandó, y comprendí la verdad de la Palabra de Dios. Encontré la paz y la esperanza que habían estado ausentes en mi vida durante tanto tiempo. Sin embargo, el llamado a crear Times of God no llegó hasta unos años después. A medida que profundizaba en mi fe, sentí una creciente convicción de que estaba destinado a hacer algo más que vivir mi fe en privado. Había experimentado de primera mano cómo las preguntas más grandes de la vida—sobre la muerte, el propósito y la eternidad—pueden tomarte por sorpresa. Sabía que había otros como yo, que necesitaban orientación, que buscaban algo más pero no sabían por dónde empezar. Mi misión con Times of God es simple: compartir el mensaje de Cristo con el mundo. Sin importar dónde estés o lo que estés atravesando, quiero que sepas que Dios tiene un plan para tu vida. Él me encontró en mi duelo y me dio un nuevo sentido de propósito, y ahora mi deseo es que otros experimenten esa misma esperanza, esa misma paz y el amor incondicional de un Padre celestial que nunca nos abandona. Cuando miro a mi esposa, Laura, a nuestros hijos y a nuestros nietos, veo la fidelidad de Dios. Mi vida no es perfecta, pero está llena de propósito, y por eso, estoy profundamente agradecido cada día. Times of God es más que un sitio web; es un testimonio de lo que Dios puede hacer cuando abrimos nuestro corazón a Él. Esta es mi historia, y la comparto con la esperanza de que inspire a otros a acercarse a Dios y encontrar la plenitud de vida que solo Él puede ofrecer.