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[Mensaje Cristiano] Sábado de Gloria

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Texto base:
“Mas Dios lo resucitó de los muertos.” (Hechos 13:30)

El Sábado de Gloria es probablemente el día más silencioso de la Semana Santa. No hay procesiones como el Domingo de Ramos. No hay lágrimas ni clavos como el Viernes Santo. No hay resurrección todavía como el Domingo. Es un día de espera, de luto, de incertidumbre. Pero en ese aparente vacío, Dios estaba obrando silenciosamente en el mayor plan de redención de la historia.

Muchos creyentes viven etapas de “Sábado de Gloria”: momentos en los que ya han pasado por el dolor, pero aún no han visto la victoria. Han perdido algo, están esperando, no comprenden. Y como los discípulos, no saben si deben seguir esperando o rendirse.

Este mensaje busca mostrarte que el Sábado de Gloria es una escuela espiritual donde aprendemos a confiar en el Dios que trabaja en el silencio. Porque aunque el cielo parezca callado, Dios nunca está ausente. El Sábado enseña que la gloria que viene es mayor que el dolor que pasó.

La confusión de los discípulos: Entre la cruz y la esperanza

Texto: “Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron.” (Mateo 26:56)

El Sábado de Gloria comienza con un pueblo confundido y unos discípulos rotos. El Maestro fue crucificado. El que caminaba sobre las aguas, el que resucitaba muertos, ahora estaba encerrado en una tumba. Todo parecía haberse terminado.

Los discípulos no sabían que el plan de Dios incluía un proceso de muerte y resurrección. Solo veían el final de una historia que parecía gloriosa… pero ahora se sentían frustrados, sin dirección, inseguros.

Muchos de nosotros también hemos estado en ese lugar. Hemos confiado en Dios, pero algo muere: un sueño, un ser querido, una relación, un negocio, una salud. Y lo único que nos rodea es el silencio de Dios.

Pero el Sábado nos enseña que el silencio no es abandono. Es parte del proceso. A veces Dios calla porque está preparando la victoria en lo invisible.

Reflexión:

¿Te has sentido como los discípulos? ¿Como si todo lo que creías ya no tiene sentido?

Aplicación práctica:

Haz una lista de momentos donde sentiste que Dios estaba en silencio. Luego, medita en cómo esas temporadas te formaron. Da gracias por lo que no entendiste… porque aún en lo confuso, Él estuvo contigo.

Jesús en el sepulcro: Cuando todo parece terminado… pero no lo está

Texto: “Y puesto en el sepulcro, sellaron la piedra y pusieron guardias.” (Mateo 27:66)

Jesús fue colocado en una tumba, con una gran piedra y guardias romanos. A los ojos del mundo, todo había acabado. Pero el cielo sabía que ese silencio era solo el preludio de la mayor victoria de todos los tiempos.

Durante el Sábado, Jesús descendió a las profundidades (1 Pedro 3:19), proclamó libertad, tomó las llaves del Hades y de la muerte (Apocalipsis 1:18). Mientras la tierra lloraba, el cielo trabajaba. Mientras el pueblo dormía, Dios preparaba el amanecer del domingo.

¿No te recuerda a esos momentos de tu vida en que todo parecía muerto, pero de repente, Dios hizo algo inesperado? A veces creemos que la tumba es el final, pero para Dios, la tumba es el lugar donde Él comienza Su gloria.

Reflexión:

¿Estás frente a una “tumba sellada” en tu vida? ¿Puedes creer que Dios todavía puede moverse aunque todo parezca perdido?

Aplicación práctica:

Dibuja una piedra grande y simbólicamente escribe sobre ella lo que hoy parece muerto en tu vida. Luego, rodéala con palabras de fe: “esperanza”, “resurrección”, “Dios no ha terminado”. Guárdalo como recordatorio.

El silencio de Dios: cuando no oyes Su voz, pero estás en Su voluntad

Texto: “He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.” (Salmo 51:6)

El Sábado de Gloria representa el silencio aparente de Dios. No hubo milagros. No hubo mensajes. No hubo señales. Solo espera. Solo incertidumbre.

Pero muchas veces, el silencio de Dios no es Su ausencia, sino Su estrategia. Dios nos forma en el desierto. Nos habla en lo oculto. Nos madura en el silencio.

El oro se purifica en fuego. El diamante se forma en oscuridad. El carácter se forja en soledad. Jesús mismo pasó 30 años en silencio antes de tres de ministerio público. Así que ¿cómo no vamos a valorar el silencio como parte del proceso de gloria?

El Sábado nos enseña a esperar sin desesperar, a confiar sin ver, a creer aunque duela. Porque quien aprende a adorar en el silencio, estará listo para celebrar en la gloria.

Reflexión:

¿Has confundido el silencio de Dios con su ausencia? ¿Estás dispuesto(a) a confiar en Él aunque no entiendas?

Aplicación práctica:

Haz un tiempo de silencio total hoy. Sin música, sin celular, solo tú y Dios. Escribe lo que sientes, aunque parezca confuso. Luego, declara con fe: “Estoy en el sábado… pero el domingo viene.”

María, la madre de Jesús: Cuando el alma calla, pero no deja de creer

Texto: “Y guardaba todas estas cosas en su corazón.” (Lucas 2:51)

Imagina a María ese sábado. Su hijo murió de la forma más cruel. Ella estuvo allí, a los pies de la cruz. Ella lo envolvió en lienzos y lo colocó en una tumba. ¿Qué pensamientos cruzarían su corazón en ese día de silencio?

María no gritó. No exigió explicaciones. Guardó silencio… pero no dejó de creer. Ella había escuchado del ángel que su hijo sería Salvador. Aunque no entendía cómo, siguió creyendo.

Muchos creen que la fe se demuestra gritando, proclamando… pero también se demuestra en el silencio de una madre que, sin palabras, permanece firme en la promesa.

Reflexión:

¿Estás en una etapa donde solo te queda confiar como María? ¿Puedes seguir creyendo incluso si el dolor nubla tu entendimiento?

Aplicación práctica:

Escribe una oración sencilla, como lo haría María. Algo como: “Señor, no entiendo, pero sigo creyendo.” Guárdala cerca y léela cada vez que el silencio te quiera robar la fe.

El poder del Sábado: Preparación para el domingo de resurrección

Texto: “A la madrugada del primer día de la semana…” (Mateo 28:1)

El Sábado de Gloria no fue el final. Fue la antesala. El momento de pausa antes del rompimiento. Fue como la noche que precede al amanecer.

El silencio de Dios no significa que Él no se mueve. El Sábado nos muestra que a veces Dios espera que la fe madure en el horno del tiempo. Porque solo los que aguantan el sábado, celebran con gozo el domingo.

El mensaje del sábado es claro: espera con esperanza. Porque si el viernes hubo cruz, el domingo habrá resurrección. Si hoy hay tumba, mañana habrá gloria.

Reflexión:

¿Estás esperando con fe? ¿Puedes creer que tu domingo está cerca?

Aplicación práctica:

Haz un compromiso: cada vez que dudes o sientas que “todo está perdido”, recordarás que el Sábado de Gloria fue necesario… para que el Domingo de Resurrección fuera posible.

Conclusión

No todo está perdido cuando parece estar en silencio. No todo ha muerto solo porque no lo ves moverse. El Sábado de Gloria es el día que Dios reserva para formar tu fe, para trabajar en lo invisible, para darte victoria a su manera.

Hoy Dios te dice:

  • “No he terminado contigo.”

  • “Tu historia no se cierra con una tumba.”

  • “Tu fe crecerá en el silencio, y tu testimonio brillará en la resurrección.”

Espera en el Señor. Confía. Porque el Sábado de Gloria fue solo un día… pero lo que vino después, cambió la eternidad.

🙌 Desafío final para este Sábado de Gloria:

  • 🌑 Haz silencio intencional hoy. Apaga lo externo y enciende lo interno.

  • ✝️ Escribe lo que estás esperando que resucite en tu vida.

  • 🌅 Declara con fe: “Estoy en sábado… pero mi domingo viene con gloria.”

David

Mi nombre es David Smith, y nací en Los Ángeles, California, en 1963. Creciendo, siempre tuve curiosidad por la vida, su propósito y lo que todo significaba. Sin embargo, como muchos que se crían en una ciudad de ritmo acelerado, me dejé llevar por las demandas de la sociedad. No crecí en una familia profundamente religiosa, aunque siempre hubo un respeto silencioso por lo espiritual. Lo que no sabía era que mi vida daría un giro profundo hacia Dios, llevándome eventualmente a crear Times of God, un sitio web dedicado a compartir sermones bíblicos y el mensaje de esperanza que creo que el mundo necesita escuchar. He estado casado con mi maravillosa esposa, Laura, durante más de 30 años. Nos conocimos en la universidad, y desde el principio supe que era alguien especial. Laura siempre tuvo una fe fuerte, mucho más que yo en ese momento. No hablábamos mucho de religión en nuestros primeros años, pero su forma de vivir—su bondad, su paciencia—fue lo que me atrajo hacia ella. Juntos construimos una hermosa familia. Tenemos tres hijos increíbles: Michael, nacido en 1994; Daniel, nacido en 1997; y nuestra única hija, Sarah, que llegó en el año 2000. Verlos crecer, y ahora verlos como padres de mis cinco nietos—Ethan, Noah, Lily, Grace y Matthew—me llena de más orgullo y alegría de lo que jamás imaginé posible. Durante gran parte de mi vida, estuve enfocado en mi carrera. Trabajé en publicidad durante más de dos décadas, logrando un nivel de éxito que, según los estándares del mundo, era impresionante. Teníamos una buena casa, un ingreso estable y el respeto de nuestros colegas. Sin embargo, en el fondo, había algo que faltaba. Había un vacío que no podía explicar del todo. Uno de los momentos clave que cambió mi vida ocurrió en 2010, pero no fue en una sala de hospital ni tras una tragedia. Ese año, mi padre, quien siempre había sido una roca en mi vida, falleció repentinamente de un ataque al corazón. Había sido mi modelo a seguir en muchos sentidos: trabajador, honorable, pero no particularmente religioso. Nunca me había planteado lo que él creía sobre Dios o la eternidad hasta que enfrenté la realidad de su muerte. De pie en su funeral, dando un elogio, me di cuenta de lo efímera que es la vida. Mi padre, un hombre que había dado todo por su trabajo y su familia, se había ido en un instante, y no sabía dónde estaba su alma. Empecé a cuestionarlo todo: ¿Qué pasa después de que morimos? ¿Dónde estaba mi padre ahora? ¿Podría volver a verlo algún día? Esa temporada de duelo marcó el comienzo de mi camino espiritual personal. No fue inmediato, pero plantó una semilla en mi corazón. Laura, siempre paciente y comprensiva, me animó a buscar las respuestas que necesitaba. Comencé a leer la Biblia, asistí a la iglesia con más regularidad y me uní a un grupo de estudio bíblico para hombres. Con el tiempo, mi corazón se ablandó, y comprendí la verdad de la Palabra de Dios. Encontré la paz y la esperanza que habían estado ausentes en mi vida durante tanto tiempo. Sin embargo, el llamado a crear Times of God no llegó hasta unos años después. A medida que profundizaba en mi fe, sentí una creciente convicción de que estaba destinado a hacer algo más que vivir mi fe en privado. Había experimentado de primera mano cómo las preguntas más grandes de la vida—sobre la muerte, el propósito y la eternidad—pueden tomarte por sorpresa. Sabía que había otros como yo, que necesitaban orientación, que buscaban algo más pero no sabían por dónde empezar. Mi misión con Times of God es simple: compartir el mensaje de Cristo con el mundo. Sin importar dónde estés o lo que estés atravesando, quiero que sepas que Dios tiene un plan para tu vida. Él me encontró en mi duelo y me dio un nuevo sentido de propósito, y ahora mi deseo es que otros experimenten esa misma esperanza, esa misma paz y el amor incondicional de un Padre celestial que nunca nos abandona. Cuando miro a mi esposa, Laura, a nuestros hijos y a nuestros nietos, veo la fidelidad de Dios. Mi vida no es perfecta, pero está llena de propósito, y por eso, estoy profundamente agradecido cada día. Times of God es más que un sitio web; es un testimonio de lo que Dios puede hacer cuando abrimos nuestro corazón a Él. Esta es mi historia, y la comparto con la esperanza de que inspire a otros a acercarse a Dios y encontrar la plenitud de vida que solo Él puede ofrecer.